Hace unos días tuve que tomar un taxi porque tenía que hacer una diligencia. El taximetrista no manejaba, volaba...
Apenas subí al taxi me puse el cinturón y recé para que fuera a una velocidad normal. Me olvidé de que cuanto más rápido van, más viajes pueden hacer.
Agarró la rambla y empezó a acelerar y a cambiar de senda como si nada.
Cuando pasó los 100, le dije que me sentía mal y que aminorara la marcha porque estaba por "arrojar". Fue una de mis peores experiencias en un auto.
Prefiero tomar un ómnibus y tener más posibilidades de llegar sana y salva a destino.
La quejosa (con razón).
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